Por: Javier Parra
Mucho se ha escrito y queda por escribir sobre el XX Congreso del Partido Comunista de España que debe celebrarse este año. Un Congreso en el que tenemos la histórica obligación de reconstruir una herramienta capaz de organizar a la clase trabajadora para la toma del poder y para la transformación socialista de las estructuras económicas, culturales, políticas y sociales actuales; para la Revolución.
Pero esa obligación que tenemos por delante puede convertirse en error histórico si además de la aprobación de una línea política y organizativa correcta, el XX Congreso no cambia la dinámica en la que en los órganos de dirección y ejecutivos del Partido al más alto nivel no es mayoritaria ni hegemónica la presencia de camaradas que sufren en sus carnes los problemas de la clase trabajadora y las capas populares de este país.
Esto evidentemente no es responsabilidad de los y las camaradas que en las últimas décadas o ahora han formado parte de los distintos órganos de dirección (sí ahora de cambiarlo), sino que la decisión del Partido hace ya cuatro décadas, de dejar de organizarse en los centros de trabajo y focalizar ahí la centralidad de su política, tuvo las correspondientes consecuencias que hay que corregir. Por un lado esta decisión supuso que la inmensa mayoría de los nuevos militantes que a lo largo de todos estos años hemos entrado a formar parte del PCE no lo hemos hecho por la labor organizativa y de concienciación que el Partido haya realizado en nuestros centros de trabajo, sino por el convencimiento ideológico de que el Partido Comunista era nuestro partido. 

O, por otra parte, en el mejor de los casos, gracias a la labor que el Partido haya hecho en nuestro ámbito territorial, normalmente muy ligada a la estrategia institucional y electoral. Eso tampoco significa que no haya mayoría obrera en el Partido, claro que la hay, pero no está organizada como debería. Por otro lado, y muy relacionado con el predominio de la estrategia electoral en la política del Partido, a veces se han ido generando unas dinámicas y unos debates en los órganos de dirección muy alejadas de la realidad en las bases del Partido, y de la realidad de la clase trabajadora, de sus problemas y sus inquietudes.
Además, si no hay una plena conexión entre la clase trabajadora, la militancia y la dirección, todas como parte del mismo sujeto transformador, se pueden producir situaciones como la siguiente: la mayoría de la clase trabajadora sin saber que sigue existiendo el Partido Comunista o sin creer que sea una herramienta que pueda resolver sus problemas; la militancia, trabajadora y luchadora como ninguna, desconcertada ante el futuro; y una dirección presa de las dinámicas electorales y sus derivadas.