martes, 8 de septiembre de 2009

STALIN.. HISTORIA Y CRÍTICA DE UNA LEYENDA NEGRA

Un libro de Domenico Losurdo

Por Miguel Urbano Rodrigues

Hace meses que me siento frente al ordenador para escribir este artículo. Más el proyecto fue aplazado día tras día.Cuando Domenico Losurdo me ofreció Stalin Storia e critica de una leggenda nera*, ya había leído críticas sobre la obra.

Más no la imaginaba.Cualquier texto sobre personas que dejaron marcas profundas en la historia, escritas sin suficiente distanciamiento temporal, crean siempre grandes problemas al autor.Viví esa situación este año al publicar poco ambicioso artículo – Sobre Trotsky –Del mito a la realidad (http://www.odiario.info/).

En Portugal, algunos camaradas que admiro me acusaron de trotskista; en Brasil, donde el artículo, más divulgado, generó polémicas, profesores de las Universidades de Campinas y de Rio Grande do Sul me dedicaron trabajos académicos, definiéndome como stalinista ortodoxo.
Domenico Losurdo aborda en su Stalin aspectos muy polémicos de la intervención en la historia del hombre que en la práctica dirigió la Unión Soviética durante casi tres décadas. No conozco obra comparable por la ausencia de pasión y por la densidad y profundidad de la reflexión sobre el tema.

Stalin fue un revolucionario que lideró la lucha épica de la Unión Soviética contra la barbarie nazi. Por si solo ese combate en defensa de su pueblo y la humanidad le garantiza un lugar en el panteón de la Historia.Siento, con todo, la necesidad de aclarar que nunca sentí atracción por Stalin. No admiro al hombre. Su personalidad me parece inseparable de actos y comportamientos sociales que repruebo y repudio.La contradicción no me impide escribir este artículo, me estimula a asumir el desafío.

La demonización de Stalin

La demonización de Stalin comenzó en los años 20, adquirió proporciones mundiales con el XX Congreso del PCUS, fue retomada durante la Perestroika y prosiguió después de la desaparición de la Unión Soviética, aunque con características diferentes.

Al proclamar “el fin del comunismo”, la intelligentsia burguesa, empeñada en demostrar la inviabilidad del socialismo, diversificó la ofensiva, atribuyendo a Marx, Engels y Lenin grandes responsabilidades por el “fracaso inevitable de la utopía socialista”.

Stalin sobre todo fue presentado como creador y ejecutor de una técnica de gobierno dictatorial monstruosa. La palabra stalinismo entró en el léxico político como sinónimo de un sistema de poder absoluto que habría negado el marxismo al imponer “el socialismo real” mediante métodos criminales.

No son solo académicos anticomunistas los que satanizan a Stalin. Dirigentes de partidos comunistas e historiadores marxistas, algunos de prestigio mundial, prestaron credibilidad a la condena absoluta de Stalin.

Eric Hobsbawm, el gran historiador británico que fue, en la juventud, miembro del Partido Comunista Británico, esboza en su libro La Era de los Extremos- Breve Historia del Siglo XX un retrato totalmente negativo del estadista que años antes fuera por él elogiado como revolucionario merecedor de la admiración de la humanidad.

El peso de la anatemización es tan fuerte que la Fundación Rosa Luxemburgo atribuyó en Enero pasado un premio al historiador alemán Cristoph Junke por su libro Der lange Schatten des Stalinismus, una catilinaria despiada sobre un «fenómeno histórico» que es también una «una teoría y una práctica política» que exorciza.

De la Esperanza a la Realidad

Sobre Stalin y su época fueron escritos cientos de libros. De los que leí ninguno me impresiónó tanto como este. La mayor parte condena al hombre y la obra. Una minoría de incondicionales hace apología del dirigente comunista y defiende sin restricciones su intervención en la historia.
Un abismo separa a los críticos como el polaco Isaac Deutscher (trotskista) de los epígonos como el belga Ludo Martens (maoísta), dos autores cuyos libros fueron publicados en portugués, en Brasil.

Losurdo, filósofo e historiador, al iluminar la época del hombre que fue el timonel de la URSS durante casi 30 años encamina al lector a una reflexión compleja, inesperada y difícil. No asume el papel de juez.El conocimiento profundo de la historia de la Revolución Rusa y de las luchas que le marcaron el rumbo después de la muerte de Lenin le permitió situar a Stalin en ese vendaval bajo una perspectiva innovadora.

Procura, como filosofo, comprender. No absuelve ni condena.Acompañando la trayectoria de Stalin de la mano de Losurdo, el lector es llevado a conclusiones incompatibles con la leyenda negra creada en torno al personaje. Más Losurdo no reescribe la historia, no intenta interpretarla.

Como investigador, fija la atención en periodos decisivos, procede a una selección de hechos y acontecimientos y sitúa a Stalin en los escenarios en los que actuó.Casi todas las revoluciones devoran a sus hijos. La de Octubre de 1917 no fue la excepción de la regla. Cuando ella triunfó eran inimaginables las crisis y conflictos que desembocaron en la ejecución de la mayoría de los personajes más brillantes de la gran generación de bolcheviques que se proponía construir el socialismo en la Rusia atrasada y famélica.

El tiempo era de esperanza. Al clausurar el I Congreso de la Internacional Comunista, Lenin sintetizó su confianza en el futuro en una frase: “La victoria de la revolución comunista en todo el mundo está asegurada. Se aproxima la fundación de la República Soviética Internacional”.La previsión fue rápidamente desmentida por la Historia.La desaparición de las ilusiones y su superación casi coincidieron con la enfermedad y muerte de Lenin. Después de la derrota de la revolución alemana, el autor del Estado y la Revolución tuvo la percepción de que el capitalismo sobreviría por mucho tiempo y que era necesario defender a toda costa a la joven revolución rusa.

Trotsky no creía en la viabilidad del “socialismo en un solo país” y, desaparecido Lenin, acuso de cobardía y oportunismo a cuantos habían renunciado a la idea de la revolución mundial.Losurdo subraya que Stalin fue el primer dirigente soviético en afirmar que por un largo periodo histórico la humanidad continuaría dividida no solamente en diferentes sistemas sociales, sino también en diferentes identidades lingüísticas, culturales y nacionales.En tanto Trotsky dirigía aún llamamientos a la insurrección al proletariado de Finlandia, de Polonia, de las repúblicas bálticas, y al de las grandes potencias capitalistas.

Stalin criticaba las tesis sobre la exportación de la revolución. En su opinión, la correlación de fuerzas en Europa justificaba la defensa del principio de coexistencia pacífica entre países con diferentes sistemas sociales.

En una época en que muchos comunistas continuaban soñando con “el ascetismo universal”, Stalin subrayaba que el marxismo es enemigo del igualitarismo e insistía en un punto central: “sería estúpido pensar que el socialismo puede ser construido con base en la miseria y privaciones, con base en la reducción de las necesidades personales y en la caída del nivel de vida de los hombres al nivel de los pobres.”

En los capítulos en los que estudia las divergencias de fondo que opusieron a Trotsky y Stalin, Domenico Losurdo se abstiene más de una vez de críticas y elogios. Sitúa el choque en el gran cuadro de la URSS post Lenin, y resume las posiciones de ambos, recurriendo a múltiples citas.Son particularmente interesantes las páginas en las que son confrontadas las posiciones de Trotsky y Stalin sobre los temas de organización jurídica de la sociedad, de la familia, de la propiedad y sobre todo del Estado.

La cuestión central de la extinción del Estado, prevista por Marx, y exhaustivamente analizada por Lenin, le merece una atención especial.A las críticas de Trotsky –entonces en el exilio- a la Constitución Soviética del 36, Stalin responde que las lecciones de Marx y Engels no deben ser transformadas en dogma y en una nueva escolástica.El Estado soviético, en lugar de caminar a su extinción, se fortalece cada vez más.

Según Stalin, el papel fundamental del Estado en la URSS “consiste en un trabajo pacifico de organización económica y en el trabajo cultural y educativo”. La antigua función represiva fue “sustituida por la función de la salvaguarda de la propiedad socialista de la acción de los ladrones y expoliadores del patrimonio del pueblo”.

Losurdo señala que, en la práctica, el Estado Soviético se desvío de esa función y recuerda que en 1938 “imperaba el terror y se ampliaba monstruosamente el Gulag”.Más la permanencia del Estado represivo no responde a la pregunta: ¿hasta qué punto es válida la tesis de Marx sobre el debilitamiento y la extinción del Estado? ¿Debe o no mantenerse el Estado en una sociedad comunista?

Losurdo recuerda que en la posición asumida por Stalin son identificables muchas contradicciones, pero señala que al contradecir una tesis clásica de Marx, el Secretario General del PCUS actuaba en un terreno minado que lo exponía a la acusación de “traidor” lanzada por Trotsky.A partir del inicio de los años 30, Stalin, en su lucha contra la oposición, acusa a sus miembros globalmente, de ser “agentes del enemigo”.Exageraba.

Más Trotsky, principalmente, le ofrecía argumentos que contribuían a dar credibilidad de las acusaciones que le eran dirigidas. Cuando radios de Prusia Oriental comenzaron a transmitir para la URSS textos trotskistas, Stalin sacó beneficios de esa iniciativa.

Y cuando Trotsky, en las vísperas de la II Guerra Mundial, el 22 de Abril de 1939, dio su apoyo a los que pretendían “liberar a la Ucrania Soviética del yugo stalinista”, se intensificó la persecución de cuadros sospechosos de ideas trotskistas.

La otra “Guerra Civil”

Al contrario de lo que se afirma en la Historia oficial de la Revolución Rusa editada por el PCUS, el grupo dirigente que asumió el poder en Octubre del 17 estaba ya dividido en lo tocante a problemas fundamentales de la política interna e internacional.Los debates sobre los sindicatos, el papel del campesinado, la economía, las relaciones con las potencias capitalistas, la cuestión de las nacionalidades fueron siempre polémicos en el Politburó y en el Comité Central.

Solamente el carisma y el inmenso prestigio de Lenin retardaron los conflictos sobre la orientación del Partido que se producirían después de su muerte.

Losurdo concluye que el Informe Secreto de Jruschov al XX Congreso presenta de ese periodo histórico una visión distorsionada y fantasiosa. La tesis de Jruschov, según la cual corresponde a Stalin la responsabilidad por el asesinato en 1934 de Serguei Kirov, porque el joven dirigente estaría implicado en una vasta conspiración contra él, es rebatida por Losurdo con el apoyo de documentación recientemente divulgada. En la realidad Kirov tenía una gran admiración por Stalin que depositaba en él una confianza total.

Las conspiraciones para separar del poder a Stalin fueron muy reales, más las versiones de ellas presentadas en el Occidente por sovietólogos anticomunistas contribuyen en la opinión del filosofo marxista italiano para falsificar la historia. Y alcanzaron ese objetivo.

Domenico Losurdo es consciente de pisar un terreno peligroso en su tentativa de iluminar un Stalin diferente del dictador cruel, megalómano y vengativo cuyo perfil aparece esbozado en el Informe Secreto al XX Congreso. Esa imagen, con el aval de Jrsuchov, fue exportada por todo el mundo y acabó por ser aceptada en el Occidente como verdadera incluso por muchos dirigentes de Partidos Comunistas.

Los capítulos del libro de Losurdo que suscitaran más polémica en Italia y en otros países son por eso mismo los dedicados a las luchas en el Partido que precedieron a los Procesos de Moscú.De alguna manera la carta de Lenin al Congreso del PCUS –leída por Krupskaya pero solamente publicada años después- estimuló en dirigentes del Partido la tendencia para luchar contra Stalin.

Trotsky comenzó a conspirar con Kamenev y Zinoviev después de la muerte de Lenin.Losurdo define el conflicto ideológico de la época como una “guerra civil” que fue permanente en el Partido hasta los últimos procesos del año 38. En la primera fase de la lucha por el poder, Stalin consiguió aislar a Trotsky de los viejos bolcheviques, desencadenando contra él una campaña en la que fue recordado su pasado menchevique y las polémicas mantenidas con Lenin.

El escritor italiano Curzio Malaparte, en un libro que fue best seller -Técnica del Golpe de Estado- publicado en Francia en 1931, fue uno de los primeros intelectuales europeos en escribir en occidente sobre los acontecimientos mal conocidos que, en el año 27, precedieron a la prisión de Trotsky, a su expulsión del Partido y al confinamiento en Alma Ata, en Kazajistán.Una documentación importante confirma que Kamenev y Zinoviev, que se oponían a la política de Stalin pero sin enfrentarlo en el Politburó, participaron personalmente de esa conspiración.

El objetivo era la separación de Stalin, pero el proyecto fracasó y el Secretario General recuperó una vez más a Zinoviev y Kamenev, aislando a Trotsky.Bujarin, siempre imprevisible, habia sido hasta entonces –según Losurdo- como director de Izvestia, un aliado firme de Stalin, más a partir de la extinción de la NEP y del inicio de la colectivización de las tierras emprendida a ritmo acelerado y con recursos a métodos crueles, llegó a la conclusión de que la estrategia adoptada por el PCUS conduciría el país a un desastre.

El dirigente que en Brest-Litovsk había liderado el ala izquierdista se dislocó a la derecha en un brusco viraje, convencido de que la revolución solamente podría sobrevivir si mudase de ritmo, adoptando una orientación democrático-burguesa, lo que significaría una regresión histórica.
Rogovin, un historiador trotskista citado por Losurdo, afirma que Stalin tomó entonces la iniciativa de desencadenar una “guerra civil preventiva” contra aquellos que pretendían derrocarlo. En ese periodo de conspiraciones laberínticas, la participación de destacados dirigentes en maniobras de bastidores fue permanente, y de ellas participaron algunos miembros de la vieja guardia bolchevique.La apertura de los archivos soviéticos vino a esclarecer que algunos cambiaron con frecuencia de campo.

Rogovin, polemizando mucho más tarde con Solzhenitsin, afirma que, lejos de ser la expresión de “un ataque de violencia irracional e insensata”, el sanguinario terror desencadenado por Stalin fue en la realidad la única manera por la cual él consiguió quebrar la resistencia de aquello a lo que llama “las verdaderas fuerzas comunistas”.

En los procesos de Moscú los ex dirigentes bolcheviques aparecen todos como traidores. Más la palabra es brutal y la generalización deforma la historia. Antonov-Ovsenko, Preobrajenvsky, Karl Radek, Rakovsky, Bujarin, Kamenev, Zinoviev, entre otros dedicaron sus vidas a un proyecto radical de transformación de la sociedad cuya meta era el socialismo, rumbo al comunismo.Domenico Losurdo, apoyado por fuentes creíbles, procura comprenderlos, descendiendo a las razones de comportamientos contradictorios que expresaban simultáneamente las dudas, las opciones ideológicas y la fidelidad al ideal comunista de esos revolucionarios.

En esas páginas sobre el periodo de las luchas internas de los años 20 y 30, la llamada conspiración de los militares merece atención especial. Losurdo no deja para el lector las conclusiones; en este caso no se limita a colocar los datos sobre la mesa.En la torrencial bibliografía occidental sobre el asunto, el mariscal Tujachevsky, héroe de la guerra civil, es siempre presentado como víctima inocente del terror stalinista, arquetipo del revolucionario puro, triturado por un engranaje perverso.

Losurdo afirma que ya en 1920, durante la guerra en Polonia, Tujachevsky había evidenciado una ambición militarista preocupante al imponer la marcha sobre Varsovia que tuvo un desenlace desastroso. Pero Stalin confiaba todavia en él y lo promovió a mariscal después de las victorias alcanzadas en 36 contra Japón en Mongolia.Transcurridos 70 años, continua siendo polémica la cuestión de los contactos secretos que Tujachevsky habría mantenido con potencias extranjeras. Más los historiadores que le atribuyen la aspiración de transformarse en el “Bonaparte de la Revolución Bolchevique” acumularon pruebas que lo comprometen.

El checoslovaco Benés, en 1937, informó a los franceses de esos contactos y Churchill, después de la II Guerra Mundial, admitió que la gran la depuración en el cuerpo de oficiales de la URSS afecto a elementos filo alemanes y, citando el nombre de Tujachevsky, afirmó que Stalin tenía una deuda de gratitud con el presidente Bénes.

El embajador de los EEUU en Moscú Joseph Davies, alude también a una “conspiración de los militares”. El propio Trotsky, no obstante su odio a Stalin, afirma evasivamente, en un comentario a la ejecución de Tujachevsky y otros oficiales, que “todo depende de aquello que se entienda por conspiración”.

En su reflexión sobre la prolongada lucha librada en la dirección del PCUS después de la muerte de Lenin, Losurdo emplea repetidamente la expresión “las tres guerras civiles” para caracterizar la amplitud que asumieron las conspiraciones . La última finalizo con la ejecución de Bujarin.El filósofo italiano subraya en su libro que Bujarin, después de la extinción de la NEP, decisión a la que se opuso, comenzó en reuniones privadas a llamar a Stalin “el representante del neotrotskismo” e “intrigante sin principios”.

Fue el comienzo del viraje que paradójicamente, más de una vez lo aproximó a Trotsky que le inspiraba temor y admiración.

Los orígenes del Stalinismo

La deformación de la historia real de Rusia comenzó en Occidente inmediatamente después del derrocamiento de la autocracia zarista. La tesis según la cual la Revolución de Febrero habría sido una revolución casi sin violencia y la de Octubre una sangrienta tragedia es un mito forjado en los países capitalistas.

En la realidad murió mucho más gente en la primera que en las jornadas que precedieron al asalto del Palacio de Invierno y en los días posteriores.

Losurdo, en el capitulo en que estudia los “orígenes del stalinismo”, recuerda que Stalin, contrariamente a Trotsky, defendía la compatibilidad de un “nacionalismo sano”, del “sentimiento nacional y de la idea de patria” con la fidelidad al internacionalismo proletario. Cuando el Reich nazi invadió la URSS Stalin afirmó insistentemente que el camino para lo universal pasaba a través de la lucha de los pueblos que no aceptaban la condición de esclavos al servicio del pueblo de señores imaginado por Hitler.

Stalin es acusado de defender un concepto de Estado y una política de nacionalidades cuya aplicación reflejó contradicciones antagónicas. Pero se vivía una época en que contradicciones simultáneamente evidentes e incompatibles eran comunes en la formulación de la teoría revolucionaria. Rosa Luxemburgo criticó duramente al partido bolchevique por haber liquidado la democracia tal como la concebía, más simultáneamente le exhortaba a reprimir con puño de hierro cualquier tendencia separatista de “los pueblos sin historia”, incluyendo el de su natal Polonia.

Stalin, por el contrario, defendía la necesidad de un respeto enorme por las más de cincuenta nacionalidades de Rusia y consideraba que la preservación de sus lenguas y culturas le aparecía como indisociable del progreso de Rusia revolucionaria.

Esas ideas, condensadas en un libro elogiado por Lenin, no encontraron sin embargo traducción en la praxis, sobre todo a partir de los años que ejerció como Secretario general del PCUS un poder personal casi absoluto.Más, paradójicamente, en los últimos años de vida, Stalin reasume la defensa de las nacionalidades al combatir como utópica la idea de “una lengua única para la humanidad” “cuando el socialismo triunfe a nivel mundial”.

Señalando que la lengua no es una superestructura, afirma que los idiomas no fueron creados por una clase social, sino “por todas las clases de la sociedad gracias a los esfuerzos de cientos de generaciones”.

En su denso ensayo, cuya riqueza conceptual y documental es incompatible con las síntesis breves, Losurdo fija los orígenes de aquello a que se llamó el stalinismo, en una época marcada por tensiones, conspiraciones y el hambre, al inicio de la colectivización de las tierras.Citando la Fenomenología del Espíritu, de Hegel, y lo que el filosofo alemán pensaba de la “libertad absoluta” y del “terror”, sustenta que «el “stalinismo” no es el resultado “ni de la sed de poder de un individuo, ni de una ideología, sino del estado de excepción permanente que se implanta en Rusia a partir de 1914”».

La mayoría de los historiadores occidentales serios, recuerda, coinciden en que antes de los años 30, Stalin no era aún un autócrata. Según Werth, no existía en ese tiempo el culto a la personalidad y persistía la tradición de la dictadura del proletariado.En 1925, en plena NEP, Stalin expresaba opiniones como esta: “hoy no es ya posible dirigir con métodos militares”;”ahora no se ejerce la máxima presión, sino la máxima flexibilidad, sea en la política, sea en la organización…”

Entonces consideraba un error “identificar el Partido con el Estado” y repetía que “el socialismo es el trásito (de la fase) en que existe la dictadura del proletariado a la sociedad sin Estado”.
Fue la decisión de industrializar el país rápidamente la que provocó el viraje estratégico que desencadenó la represión sobre los campesinos. Cercada por potencias hostiles, sin acceso al capital internacional, la URSS, para financiar la industrialización recurrió a los excedentes generados por una agricultura atrasada.

El proyecto de colectivización de la tierra, por la manera violenta como fue concretizado, produjo desgarros no solo en el tejido social, sino en la dirección del Partido. Se alcanzó el objetivo, pero el precio social y político fue altísimo.Pero solamente es a partir del 37, con el Gran Terror –expresión utilizada por Losurdo- cuando la dictadura del proletariado cedió lugar a la autocracia.
En las Obras Completas de Stalin son además numerosas las páginas en que el repite que la dictadura del proletariado habría asumido un carácter muy diferente si la Guerra Mundial, anunciada con anticipación, no lo hubiese encaminado para una política de concentración del poder.

¿Sería sincero al escribir que la concibió como transitoria? Nunca lo sabremos.Lo que está comprobado por una abundante documentación es la convicción que Stalin tenia de que después de la derrota del III Reich hitleriano se abriría a la Alianza con los EEUU e Inglaterra un gran futuro. Creyó en una era de buenas relaciones con el Occidente capitalista.No preveía entonces para Europa Oriental fuera adecuado el tipo de regímenes que allí instaló con mano de hierro. Entendía que Polonia no debería optar por la vía de la dictadura del proletariado. “No está obligada a ello, no es necesario”.

Y, hablando con dirigentes comunistas búlgaros, los sorprendió al afirmar: “es posible realizar el socialismo de un modo nuevo, sin la dictadura del proletariado”. Y cuando mantenía aún una relación cordial con Tito le dijo: “En nuestros días el socialismo es posible inclusive bajo la monarquía inglesa”.

El norteamericano Robert Conquest, el historiador de ultraderecha al que Losurdo atribuye esas palabras, señala que ellas demuestran que “Stalin estaba repensando activamente la validez universal del modelo soviético de revolución y socialismo”.Lo que no suscita dudas es que la Guerra Fría hizo derruir eventuales planes sobre un cambio de estrategia y puso fin a la meditación ideológica sobre los modelos del socialismo.

El deshielo se torno en una imposibilidad. Sobre la popularidad de Stalin y los Gulag
Losurdo dedica muchas páginas al tema de la popularidad de Stalin. Basado en fuentes de múltiples tendencias, llama la atención para una realidad desconocida en Occidente.Incluso durante el bienio del Gran Terror, 37-38, la base social de apoyo a la política de Stalin se amplió.Se verifica, escribe Losurdo, “una interacción paradójica y trágica”.

En consecuencia se daba, por un lado, un fuerte desarrollo económico y cultural y por otro del miedo suscitado por la represión; “decenas de millares de stajanovistas se volvieron directores de fabricas y una análoga y rapidísima movilidad social se produjo en las fuerzas armadas”.En las vísperas de la guerra, el jefe de los traductores del Ministerio de Negocios Extranjeros del Reich, de visita a Moscú, al pasar por la Plaza Roja resumió en estas palabras la atmosfera de tranquilidad existente en la capital: “Quien estuvo en Moscú y no vio a Lenin, me dijo un miembro de la Embajada, no vale nada para la población rural rusa”.

En las campañas anticomunistas, los textos sobre los Gulags siberianos creados por Stalin y los relatos sobre el sufrimiento de los deportados funcionan como artillería pesada. Muchos libros han sido dedicados al tema, desde la novela que valió el Nobel a Solzhenitsin.

Losurdo aborda la cuestión de frente, situándola en una perspectiva poco habitual.Estudio a fondo la documentación soviética existente en los archivos. Como ser humano y revolucionario le inspiran sentimientos de repulsa e indignación los campos de trabajo forzados, en cualquier país y cualquiera que sean los objetivos.

Esa posición no le impide denunciar la falsificación de las estadísticas occidentales que inflaron desmesuradamente la población de los Gulag, multiplicando el número de personas que pasaron por ellos y los que allí murieron. Simultáneamente, rechaza los paralelismos establecidos entre los campos de exterminio nazi y los campos de trabajo soviéticos.

El universo de los campos de concentración siberianos eran un mundo de contradicciones. En la URSS – escribe Losurdo- la ley castigaba con rigor las violaciones rutinarias de los reglamentos. El propio Vishinsky, cuando era Procurador General de la Unión, denunció públicamente las condiciones intolerables de algunos Gulag donde los hombres eran tratados como “animales salvajes”.

Losurdo recuerda que en los campos soviéticos había bibliotecas para los deportados, y la dirección promovía espectáculos, conciertos y conferencias y que los prisioneros en muchos Gulag estaban autorizados a elaborar periódicos murales.A partir del inicio de la agresión alemana, las condiciones de vida se suavizaron en casi todos los campos de trabajo soviéticos.
Millares de prisioneros fueron beneficiados por una serie de amnistías y reintegrados en la sociedad o en las fuerzas armadas.


Losurdo, en una crítica frontal a la hipocresía de los intelectuales anticomunistas que reescriben la historia falsificándola, procede a un breve inventario de los horrores de campos de concentración creados por potencias occidentales cuyos dirigentes se presentan como campeones de los derechos humanos, horrores ocultados por un manto de silencio.

Australia, por ejemplo, a lo largo de casi todo el Siglo XIX, fue la Siberia oficial de la Inglaterra imperial. Los textos que reproduce esbozan un panorama de los campos de concentración australianos sólo comparable con los creados por las SS de Himler. Los aborígenes, además, eran aún cazados como animales en ese país en el inicio del siglo pasado.

¿Y qué pensar de los campos de internamiento instalados por Roosevelt para ciudadanos de origen japonés –incluyendo niños- cuyo único crimen era el origen étnico? Durante la guerra, muchos prisioneros alemanes fueron sometidos en los EEUU a torturas medievales, como la destrucción de los testículos.

Es de dominio público que en la primera mitad del Siglo XX los linchamientos de negros eran aún rutinarios en los Estados del sur del país. Ho Chi Min describe esos espectáculos macabros, tolerados por las autoridades. Asistió, angustiado a uno de ellos.

En las historias de Inglaterra, no hay prácticamente referencias a los campos de trabajo militarizados instalados en la India durante el imperio. Pero existieron y fueron escenario de crímenes repugnantes.

La desaparición de la memoria histórica de los horrores de los campos de concentración creados por Francia en Argelia es igualmente una realidad en la patria de Víctor Hugo.

En Alemania se ignora el genocidio planeado de los Herreros y de los Hotentotes en Namibia cuando aquel país era una colonia del imperio de los Hohenzollern. Fueron hacinados como animales en campos especiales por el ejército colonial del Kaiser Guillermo II.Del genocidio de los indígenas también poco se habla en Canadá. Pero ese silencio no apaga el hecho de que el objetivo de los campos de la muerte del país fue el exterminio deliberado de tribus enteras de indios en un autentico holocausto.La evocación de esos crímenes olvidados por los defensores occidentales de los derechos humanos ocupa muchas páginas en el libro de Losurdo.

Podría haber acrecentado una referencia al campo de Tarrafal en Cabo Verde y a los campos de concentración, como el de São Nicolau, que Salazar instaló en Angola.

Stalin y los judíos

La satanización de Stalin en el Occidente no es solamente una constantes de las campañas anticomunistas. Historiadores europeos y estadounidenses de prestigio identificados con la ideología neoliberal cultivaron en las últimas décadas una perversa modalidad de irracionalismo en el esfuerzo de diabolizar a Stalin.La receta es primitiva: Stalin y Hitler serian “monstruos gemelos”.

Losurdo en el desmontaje del paralelismo y de las imaginarias afinidades entre el dirigente soviético y el Führer nazi analiza los textos de autores como la destacada escritora sionista estadounidense Ana Arendt para ridiculizar la argumentación inspirada por un anticomunismo cavernícola.

Arendt, entre otras mentiras, presenta a Stalin como un anti-semita fanático. Le atribuye una “política canibalística” contra los judíos, basada en un odio racial feroz.

El historiador Robert Conquest, portavoz de la extrema derecha norteamericana, comentando la represión en Ucrania durante la colectivización, afirma que Stalin transformó aquella República soviética en un “inmenso Bergen Belsen” (un campo de exterminio alemán).

Losurdo señala que Conquest, en uno de sus libros, editado en el ámbito de una operación político cultural anticomunista, responsabiliza a la URSS por “infamias iguales en todo a las cometidas por el Tercer Reich”.Cabe recordar que sucesivos presidentes de los EEUU manifestaron gran aprecio por Conquest como historiador y perfilaron la tesis del Golomodor (el llamado holocausto ucraniano), transformándola en una poderosa arma de la Guerra Fría.

Reagan la utiliza como instrumento ideológico en el periodo que precedió al desmembramiento de la URSS.Losurdo, al refutar las acusaciones del antisemitismo hechas a Stalin, recuerda que después del final de la guerra, antes de la división de Palestina, el dirigente soviético adoptó “una política fundamentalmente filo hebraica”.

La URSS fue además el primer país en reconocer al Estado de Israel. En un mensaje dirigido desde Paris a Ben Gurion, su ministro de Asuntos Extranjeros destaca que los delegados soviéticos actuaron como “abogados de Israel” en la Conferencia de la ONU sobre la cuestión palestina.

Los archivos del Foreign Oficce del Departamento de Estado acumulan además una documentación que confirma una realidad hoy incómoda por muchos motivos: “la Unión Soviética contribuyó de manera esencial –como escribe Losurdo- para la creación y fortalecimiento del Estado hebraico”.Losurdo, recurriendo a citas de diferentes autores, subraya que Stalin fustigaba el antisemitismo con expresiones como “chauvinismo racial” y “canibalismo”.

Muchos de los bolcheviques más destacados de la vieja guardia eran judíos. Zhdanov, un dirigente en el cual Stalin depositó una confianza irrestricta también era judío. Y durante décadas, millares de elementos de origen hebreo ocuparon funciones de la mayor responsabilidad en el Estado Soviético.Hitler en sus catilinarias anti-semitas atribuía a los judíos un papel decisivo en la preparación de la Revolución de Octubre.

Utilizando un lenguaje infame, aludía a una “horda terrorista hebraica” de “asiáticos circuncidados” y afirmaba que la sangre judía corría en las venas de Lenin. Y decía que Stalin era un judío, no por la sangre pero si por el espíritu.La política pró Israel de Stalin solamente dió un giro de 180 grados, asumiendo una orientación antisionista, cuando los diplomáticos de Tel Aviv, después de la visita de Golda Meier a Moscú, iniciaron contactos secretos con la comunidad hebrea de la URSS con el objetivo de estimular la emigración hacia Israel de los judíos soviéticos.

“Cada hebreo –habría dicho entonces Stalin, según Roy Medvedev- es un nacionalista, y es un agente del espionaje norteamericano”.Losurdo aborda con cautela el tema de la alegada “conspiración” de los médicos judíos de Stalin a la cual escritores y periodistas occidentales dedicaron millares de páginas.

Transcurrido más de medio siglo, el fusilamiento de algunos de esos médicos continua sucintando polémicas apasionadas dentro y fuera de Rusia. El filosofo italiano, comentando versiones contradictorias, evita una conclusión, señalando que no fueron solamente dirigentes soviéticos quienes prestaron credibilidad a la teoría del complot. El diplomático británico Sir Joe Gascoigne admitió en la época que los médicos del Kremlin eran “culpables de traición”.
Comunismo antítesis del fascismo

La intensidad, las proporciones y la sofisticación de la campaña anticomunista en la cual uno de los objetivos era la destrucción de la imagen positiva proyectada en el mundo por la Unión Soviética produjeron en Occidente efectos prolongados y complejos que se manifiestan aún, transcurridas casi dos décadas desde la reimplantación del capitalismo en la patria de Lenin.
La ofensiva prosiguió. Los teóricos del capitalismo, creadores de slogans como “el imperio del mal” y otros similares, comprendieron que el esfuerzo para desacreditar a la URSS era insuficiente si no concentraban sus críticas en la ideología del sistema.

Marx, Engels y Lenin se tornaron en los blancos preferidos de los intelectuales y de políticos empeñados en presentar al socialismo como un proyecto fracasado, no solamente utópico, sino monstruoso. Cualquier científico político mínimamente estudioso sabe que no existió hasta hoy un único régimen comunista. Pero simulando ignorar la evidencia –el comunismo es una fase superior del socialismo- los ideólogos de la burguesía insisten en llamar comunistas a los países que desarrollaron experiencias socialistas, entre ellos la URSS

.La mayoría de los Partidos Comunistas - el Portugués, el de Grecia, el AKEL chipriota son en Europa las excepciones del revisionismo- no supo reaccionar positivamente a esa ofensiva ideológica. Muchos dirigentes, por ella contaminados, no solamente participaron de las campañas de satanización de la URSS sino que renegaron de los valores de la Revolución de Octubre, llevando la capitulación al extremo de adherirse a las calumnias anticomunistas.

Registro que no faltan militantes de partidos revolucionarios que, por temor, no osan hoy asumirse públicamente como marxistas y comunistas.Fue en el ámbito de esa ofensiva ideológica en la que académicos de grandes universidades europeas y norteamericanas forjaron la tesis según la cual el fascismo y el comunismo serían, al final, variantes de una misma concepción monstruosa de la política.

Entre los muchos libros publicados sobre el tema, algunos como Orígenes del Totalitarismo, de Ana Arendt, fueron best-seller mundiales que diseminaron la mentira y la calumnia con barniz de verdad.Domenico

Losurdo en los capítulos dedicados a la psicopatología y a la moral de la literatura politica occidental de la época de Stalin ,y a la aberración de las comparaciones entre este y Hitler, desciende a los orígenes y motivaciones de la estrategia anticomunista.Recuerda que ese trabajo tiene raíces antiguas.

El Presidente Wilson, por ejemplo, era un fanático anticomunista. En su opinión, la Revolución de Octubre fue fundamentalmente un Complot alemán; Lenin y otros dirigentes bolcheviques habrían estado durante años al servicio de la Alemania imperial.

Losurdo, que emplea la expresión Gran Terror con mayúsculas para designar el bienio 37-38 de los Procesos de Moscú, esboza con frontalidad el cuadro sombrío de la represión en la URSS en diferentes fases de la era de Stalin.

Alerta, (Losourdo) además, para la hipocresía de eminentes historiadores occidentales que blanquean y omiten crímenes contra la humanidad practicados por los gobiernos y fuerzas armadas de los países capitalistas en tanto se esforzan para movilizar las conciencias contra los cometidos por los “monstruos comunistas”.Recuerda –apenas un ejemplo - que el fusilamiento de oficiales polacos por los soviéticos en Katyn fue un crimen sin disculpas. Señala sin embargo que esa masacre abyecta ha sido utilizada exhaustivamente por la propaganda occidental en el cine, la televisión, la prensa, en libros, como prueba del carácter bárbaro del régimen soviético.
En un brevísimo inventario de algunos crímenes occidentales que no figuran o son suavizados en los manuales de Historia, Losurdo cita entre otros:

La muerte por hambre y maltratos de dos de los tres millones de prisioneros soviéticos capturados por los Alemanes en el Frente del Este.

La masacre cometida por los británicos de millares de mujeres y niños en el campo de concentración de Kamiti, en Kenia, después de la rebelión de los Mau Mau.

El bombardeo genocida de Dresde por los ingleses cuando la guerra estaba en el final y el apoyo de Churchill, Roosevelt y Truman a los bombardeos terroristas de ciudades alemanes sin objetivos militares con el objetivo de aterrorizar a la población.

La ejecución en Sicilia por orden del general Patton de soldados italianos que se habían rendido al ejército norteamericano.

El genocidio en las Filipinas en el comienzo del Siglo XX durante la revuelta contra la ocupación norteamericana.

El exterminio total de la población aborigen de Tasmania.

El rechazo a hacer prisioneros musulmanes durante la campaña de Sudan a finales del del Siglo XIX, campaña en la que Churchill participó como oficial de caballería.

La ejecución en Taejon, en Julio de 1950, de 1700 coreanos que antes del fusilamiento fueron obligados a excavar la fosa donde fueron sepultados.

El exterminio por el ejército de los EEUU del total de los habitantes de decenas de aldeas en Vietnam y Laos.

La orden de Nixon en el inicio de los años 70 para que fuesen lanzadas en las áreas rurales de Camboya más bombas que cuantas habían caído en las ciudades japonesas durante toda la Segunda Guerra Mundial.

El más trágico y abyecto de todos los crímenes contra la humanidad: el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki en Agosto de 1945.

El odio no hace la Historia

Para los ingleses es muy contradictorio hoy reconocer que sus líderes derramaron elogios sobre Mussolini y Hitler antes de la Guerra Mundial.

Churchill declaro en 1933 que veía “el genio romano personalizado en Mussolini, el mayor legislador vivo, que mostró a muchas naciones como se puede resistir a llegar al socialismo…”
Cuatro años después, en 1937, escribió que Hitler era un político “extremadamente competente”, con una sonrisa que “desarmaba” y un “sutil magnetismo personal”.

Lloyd George, el ex Primer Ministro liberal, fue aún más apologético al definir al Führer como “un gran hombre”.

Paradójicamente, los mismos dirigentes de las grandes potencias occidentales cuyos anatemas contra la URSS y Stalin continúan siendo rutinarios en las campañas anticomunistas reconocieron públicamente la decisiva importancia de la contribución soviética para la derrota del Reich Nazi y manifestaron gran aprecio por la persona del Secretario General del PCUS.

Roosevelt, ya muy enfermo, no ocultó la impresión positiva que en la Conferencia de Teherán le causara la personalidad de Stalin, definiéndolo como un estadista de gran talento y cultura.
En la correspondencia de Churchill hoy publicada son numerosas las referencias altamente elogiosas de Stalin. Identificó en él a uno de los más dotados estadistas del Siglo XX.
Eso no le impidió dar por lo dicho lo no dicho y ser el orgulloso padre de la Guerra Fría al esbozar en el famoso discurso de Fulton los peligros de aquello que llamó la “Cortina de Hierro”.

Obviamente el Informe Secreto de Jruschov supuso un poderoso estimulo a la campaña de demonización de Stalin
.
La apertura de los Archivos soviéticos y las memorias de mariscales que desempeñaron un gran papel en la derrota militar del III Reich constituyen el más eficaz de los desmentidos a las afirmaciones grotescas de ese Informe que presenta de Stalin la imagen de un dirigente que cayera en depresión con la invasión alemana y sin influencia directa en la conducción de la guerra patriótica.

La tesis provocadora de los “monstruos gemelos”, difundida por Ana Arendt y otros escritores anticomunistas, no pasa de una grotesca operación de marketing político. Pero continúa siendo el ingrediente utilizado en las campañas de satanización de Stalin.

Losurdo llama la atención hacia el protagonismo que Arendt más de una vez asumió en esa ofensiva, en la tentativa de forzar un paralelo entre Alemania nazi y la URSS Staliniana. La escritora sionista pretende iluminar “el origen del totalitarismo”, pero en la realidad su ensayo agrede a la Historia, configurando aquello que Lukács llama el asalto a la razón.

La obsesión de los ideólogos del neoliberalismo en lanzar puentes entre Stalin y Hitler es tan irracional que asume facetas de paranoia.

Losurdo pulveriza la tesis y recuerda con fundamento que por el pensamiento y por su intervención en la Historia ellos fueron precisamente dos personalidades antagónicaEn tanto que Hitler hizo del racismo un cimiento del Estado nazi, Stalin lo condeno como forma de canibalismo social y amenaza a la paz.

Stalin embistió contra el mito de la superioridad de los arianos puros, sobretodo alemanes, sobre los demás pueblos. La Unión Soviética asumió un papel decisivo en la descolonización y fue gracias a la solidaridad del Partido bajo su dirección, apoyo ideológico y ayuda material que las luchas de liberación nacional se desarrollaron victoriosamente en África, en Asia y en América Latina.

Hasta Friedrich Hayek, el economista austriaco que es considerado el padre del neoliberalismo ortodoxo, reconoce que sin la Revolución Rusa el llamado estado social no habría sido posible en Europa.

Traducido por Pável Blanco Cabrera.

Fuente: Kaosenlared.net/ Rescate Popular Comunistas Miranda Centro/Bellaciao.Org
Edición de: PrensaPopularSolidaria_ComunistasMiranda

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COMUNICADO No. 23 DEL FRENTE DE LA RESISTENCIA CONTRA EL GOLPE DE ESTADO EN HONDURAS

El Frente Nacional de Resistencia contra el golpe de Estado realizó el domingo 6 de septiembre la primera Asamblea Nacional de Delegados y Delegadas, representantes de los 18 departamentos del país con los siguientes objetivos:

1. Analizar el contexto socio-político nacional.

2. Definir y aprobar las líneas estratégicas comunes.

3. Consensuar la estructura organizativa y funcionamiento del Frente Nacional contra el Golpe de Estado.

Los acuerdos obtenidos son los siguientes:

1. Aprobar la propuesta de lineamientos estratégicos para organización, comunicación, finanzas y las metas y lineamientos estratégicos para la lucha contra el golpe de Estado, presentados por la Coordinación Nacional del Frente, incorporando los aportes hechos por los asambleístas.

2. Constituir en esta asamblea una Coordinación Nacional provisional para un periodo de 3 meses, en la que se integren representantes de todas las regiones.

3. Ejecutar un Desconocimiento Activo de la farsa electoral convocada por los golpistas.

4. Exigir la Restitución inmediata del Presidente Zelaya

5. Restituido el orden constitucional, luchar por una Asamblea Constituyente democrática y popular con participación de los diferentes sectores sociales.

6. Restituido el orden institucional, cambiar el nombre del Frente a “Frente Nacional de Resistencia Popular”.

7. En un período de tres meses, establecer como prioridad la organización del Frente desde las bases a nivel nacional.

8. Defender al Padre Tamayo de la pretensión de la dictadura de derogar su nacionalidad hondureña para expulsarlo del país.

9. Convocar a una Jornada Nacional de Lucha, a partir del miércoles 9 de septiembre, incluida una Caravana Nacional sincronizada.

10. Convocar a todas las centrales obreras con sus bases a una Asamblea Nacional de sindicatos el martes 8 de septiembre.

11. Apoyar el Paro Nacional de la Federación de Organizaciones Magisteriales de Honduras los días lunes 7 y martes 8 de septiembre.

12. Convocar a toda la Resistencia a una Concentración Nacional en Tegucigalpa, M.D.C. para el viernes 11 y sábado 12 de septiembre.

13. Apoyar la toma de las instalaciones del INA realizada por las centrales campesinas y el SITRAINA profundizando la movilización campesina a nivel nacional.

14. Apoyar a los defensores y defensoras de Derechos Humanos de la Resistencia ante la represión de la dictadura.

15. Apoyar a los maestros y maestras que están siendo procesados por el Ministerio Público por hacer uso del legítimo derecho a la desobediencia civil estipulado en el Artículo 3 constitucional.

A 71 días de lucha, ¡Aquí nadie de rinde!

Tegucigalpa M.D.C. lunes 7 de septiembre de 2009

Fuente: Frente Nacional Contra el Golpe de Estado_Honduras/Edición de: PrensasPopularSolidaria_ComunistasMiranda

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PARTIDO COMUNISTA SEÑALA QUE OPOSICIONISMO FRACASA EN INTENTO DE DESESTABILIZAR LA REVOLUCIÓN

Caracas, Tribuna Popular TP.- Como un “total fracaso” calificó el Partido Comunista de Venezuela (PCV) los intentos de la oposición de desestabilizar el proceso revolucionario bolivariano y los ataques del imperialismo en contra del Presidente Hugo Chávez Frías realizado en fin de semana pasado.

Así lo expresó en rueda de prensa, el diputado de la Asamblea Nacional (AN) y miembro del Buró Político del PCV, Edgar Lucena, quien recalcó que la jornada, financiada por la CIA en contra del Comandante Chávez, no tuvo la repuesta de los pueblos en ninguna parte del mundo, con excepción de una manifestación pequeña realizada en Colombia.

En contraposición a estos intentos contra el proceso bolivariano, la positiva gira del Presidente Chávez, por África, Asia, Medio Oriente y Europa, hasta el momento, se ha caracterizado por “amplios movimientos de masa, de apoyo a nuestra revolución, en cada lugar donde ha estado el Presidente”, sostuvo el dirigente.

A pesar de la campaña mediática internacional que desarrolla el imperialismo en contra de Venezuela, en la cual no se detiene en gasto buscando aislar a nuestro país, Lucena sostuvo que “la política guerrerista y oposicionistas del gobierno norteamericano, está siendo cercada a nivel mundial por el apoyo de los pueblos al proceso revolucionario venezolano”.

Fuente: Tribuna Popular/Edición: PrensaPopularSolidaria_ComunistasMiranda

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lunes, 7 de septiembre de 2009

MOSTRA DEL CINEMA, CHÁVEZ A VENEZIA CON STONE: "VIVA l" ITALIA"

Mostra del Cinema, Chavez a Venezia con Stone: "Viva l'Italia"

«Tengo nel cuore l'Italia, viva l'Italia», grida dal red carpet della Mostra del cinema di Venezia

ad accoglierlo c'è anche qualche bandiera rossa e lo striscione “Bienvenido presidente”.

Il presidente del Venezuela, Hugo Chavez sorride. Al Palazzo del cinema, Chavez arriva insieme ad Oliver Stone: «È un grande lavoratore, un grande raccontatore di storie vere», dice di lui il presidente Chavez.

E' a Venezia, per assistere alla proiezione del documentario di Oliver Stone, “South of the Border” (“A sud del confine”, dalla canzone di Sinistra), che, proiettato fuori concorso, vede protagonista proprio il presidente venezuelano.

Coincidenza, Chavez e il regista statunitense sono vestiti allo stesso modo. Abito nero, camicia bianca e cravatta rossa.

Bandiere di rifondazione comunista, uno striscione con la scritta «bienvenido presidente» e gagliardetti del comitato “no al Dal Molin” a salutarli in passerella.
07 settembre 2009

Fuente: l" Unitá, Roma_Italia/ PrensaPopularSolidaria_ComunistasMiranda (PPS_CM)

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domingo, 6 de septiembre de 2009

XIV CONGRESO DEL PARTIDO COMUNISTA DE VENEZUELA.. OPORTUNIDAD PARA UN AMPLIO ESTUDIO DE LA REALIDAD NACIONAL POR TODO EL PUEBLO VENEZOLANO

Por: Faustino Rodríguez Bauza

El "LLAMAMIENTO AL XIV CONGRESO DEL PARTIDO COMUNISTA DE VENEZUELA" , realizado por el Comité Central del Partido en su XXXI Pleno del mes de Agosto pasado, se convierte en una ocasión propicia para un amplio estudio de la realidad nacional, para definir políticas y caminos en el desarrollo del proceso revolucionario de nuestro país en camino al Socialismo.

Cabe destacar la amplitud del Llamamiento al XIV Congreso Comunista, cuando se refiere no sólo a una Convocatoria a la militancia del Partido--el PARTIDO COMUNISTA DE VENEZUELA-- sino que el COMITÉ CENTRAL del PCV hace un llamado a " la militancia comunista, a las y los trabajadores, y a todo el pueblo venezolano.-

El LLAMAMIENTO AL XIV CONGRESO NACIONAL DEL PCV, al incluir junto a nuestra militancia, "a las y los trabajadores y a todo el pueblo venezolano", le da una gran amplitud al proceso de deliberaciones y participación, ya que nos permitirá una gran apertura en las discusiones y el estudio de la realidad nacional e internacional.

Será en buena parte un estudio de una gran amplitud a realizar por nuestros organismos celulares de base, funcionales, los organismos de dirección locales, regionales y nacionales, para reuniones, jornadas de trabajo y de estudio ideológico , político, de la realidad local, regional, nacional, de la organización popular.-

Todo para que además de la acción propiamente interna de la militancia, se puedan desarrollar jornadas más amplias con participación de "las y los trabajadores", en sus centros de trabajo y en sindicatos, y,--a cuantos más.. mejor--, integrantes de "todo el pueblo venezolano", en sus distintos ambientes de participación política, social, del poder popular.

Tal amplitud de mirada en cuanto a la aplicación del proceso del XIV Congreso del PCV crea el ambiente y condiciones que permitan la mayor participacióin posible, y la posibilidad a la vez de ampliar el marco de relaciones y de vinculaciones que requiere un Partido Comunista en el seno de la sociedad donde se desenvuelve.
En nuestro caso , en Venezuela, en la actualidad, actuando en el desarrollo del proceso de culminación de la liberación nacional en marcha, de la marcha hacia el socialismo, con la mirada en el comunismo como la meta que le da verdaderamente sentido a las luchas del Partido Comunista de Venezuela y del pueblo venezolano.-

A mi juicio esta amplitud en cuanto al desarrollo del XIV Congreso del PCV será un factor a tomar en cuenta desde ya por los organismos del Partido--celulares, de dirección,funcionales-- para la elaboración de los respectivos Planes de Participación en las reuniones, discusiones y actividades previstas.

En nuestro caso, PrensaPopularSolidaria__ComunistasMiranda, estamos desde ya convertidos en una tribuna al servicio del XIV Congreso del Partido Comunista de Venezuela, como seguramente lo estarán también todos los demás Portavoces Regionales, Locales, Parroquiales, Funcionales y Celulares integrantes de la Red de Comunicación Comunista Mirandina (REDECCOMI), cuya consolidación y ampliación se convierte en un importante objetivo ligado al Congreso.

¡¡Salud, Camaradas, y hacia un productivo XIV Congreso del Partido Comunista de Venezuela, en lo ideológico, político, organizativo, en el crecimiento y poderosa vinculación con la población venezolana!!

Fuente: PrensaPopularSolidaria_ComunistasMiranda

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STALIN, HISTÓRIA E CRÍTICA DE UMA LENDA NEGRA--UM LIVRO DE DOMENICO LOSURDO

Por: Miguel Urbano Rodríguez



Stalin, História e crítica de uma lenda negra - Um livro de Domenico Losurdo .Neste artigo Miguel Urbano Rodrigues comenta o livro "Stalin-Storia e Critica di una Leggenda Nera",do filósofo marxista italiano Domenico Losurdo, nosso amigo e colaborador especial.


Trata-se de uma obra de choque em que Losurdo reflecte com distanciamento e isenção sobre aspectos muito polémicos da intervenção na História do dirigente comunista que durante quase três décadas exerceu um poder quase absoluto na União Soviética.


Em Setembro será lançada em Portugal a tradução portuguesa de outro livro de Losurdo, "Fuga da História", em co-edição de odiario.info e a Cooperativa Cultural Alentejana, CRL. Miguel Urbano Rodrigues - 04.08.09


Há meses que me sento diante do computador para escrever este artigo. Mas o projecto foi adiado dia após dia.Quando Domenico Losurdo me ofereceu Stalin -Storia e critica de una leggenda nera*, já lera criticas sobre a obra. Mas não a imaginava.Qualquer texto sobre pessoas que deixaram marcas profundas na história, quando escrito sem o suficiente distanciamento temporal, cria sempre grandes problemas ao autor.


Vivi essa situação este ano ao publicar um desambicioso artigo -Sobre Trotsky – Do Mito à Realidade (odiario.info). Em Portugal, alguns camaradas que admiro acusaram-me de trotskista; no Brasil, onde o artigo, mais divulgado, desencadeou polémicas, professores das Universidades de Campinas e do Rio Grande do Sul dedicaram-me trabalhos académicos, definindo-me como stalinista ortodoxo.


Domenico Losurdo aborda no seu Stalin aspectos muito polémicos da intervenção na História do homem que na prática dirigiu a União Soviética durante quase três décadas. Não conheço obra comparável pela ausência de paixão e pela densidade e profundidade da reflexão sobre o tema.


Stalin foi um revolucionário que liderou a luta épica da União Soviética contra a barbárie nazi. Por si só esse combate em defesa do seu povo e da humanidade garante-lhe um lugar no panteão da História.Sinto, contudo, a necessidade de acrescentar que nunca senti atracção por Stalin. Não admiro o homem. A sua personalidade aparece-me inseparável de actos e comportamentos sociais que reprovo e repudio. A contradição não me impede de escrever este artigo, estimula-me a assumir o desafio.


A DEMONIZAÇÃO DE STALINA


A demonização de Stalin principiou nos anos 20, adquiriu proporções mundiais com o XX Congresso do PCUS, foi retomada durante a Perestroika e prosseguiu após o desaparecimento da União Soviética, embora com características diferentes. Ao proclamar “o fim do comunismo”, a intelligentsia burguesa, empenhada em demonstrar a inviabilidade do socialismo, diversificou a ofensiva, atribuindo a Marx, Engels e Lenine grandes responsabilidades pelo “fracasso inevitável da utopia socialista”.


Stalin foi sobretudo visado como criador e executor de uma técnica de governação ditatorial, monstruosa. A palavra stalinismo entrou no léxico político como sinónimo de um sistema de poder absoluto que teria negado o marxismo ao impor «o socialismo real» mediante métodos criminosos.Não são apenas académicos anticomunistas que satanizam Stalin.


Dirigentes de partidos comunistas e historiadores marxistas, alguns de prestígio mundial, emprestaram credibilidade à condenação sem apelo de Stalin. Eric Hobsbawm, o grande historiador britânico que foi, na juventude, membro do Partido Comunista inglês, esboça no seu livro A Era dos Extremos - Breve História do Século XX um retrato totalmente negativo do estadista que anos antes fora por ele elogiado como revolucionário merecedor da admiração da humanidade.


O peso do anátema é tão forte que a Fundação Rosa Luxemburgo atribuiu em Janeiro passado um prémio ao historiador alemão Christoph Junke pelo seu livro Der lange Schatten des Stalinismus, uma catilinária impiedosa sobre um «fenómeno histórico» que é também «uma teoria e uma prática política» que exorciza.


DA ESPERANÇA À REALIDADE


Sobre Stalin e a sua época foram escritos centenas de livros. Dos que li nenhum me impressionou tanto como este. A esmagadora maioria condena o homem e a obra; uma minoria de incondicionais faz a apologia do dirigente comunista e defende sem restrições a sua intervenção na história. Um abismo separa os críticos como o polaco Isaac Deutscher (trotskista) dos epígonos como o belga Ludo Martens (maoista), dois autores cujos livros foram publicados em português, no Brasil.Losurdo, filósofo e historiador, ao iluminar uma época e o homem que foi o timoneiro da URSS durante quase trinta anos encaminha o leitor para uma reflexão complexa, inesperada e difícil.


Não assume o papel de juiz. O conhecimento profundo da história da Revolução Russa e das lutas que lhe marcaram o rumo após a morte de Lenine permitiram-lhe situar Stalin nesse vendaval sob uma perspectiva inovadora. Procura, como filósofo, compreender.


Não absolve nem condena. Acompanhando a trajectória de Stalin pela mão de Losurdo, o leitor é levado a conclusões incompatíveis com a lenda negra criada em torno da personagem. Mas Losurdo não reescreve a história, não tenta interpretá-la. Como investigador, fixa a atenção em períodos decisivos, procede a uma selecção de factos e acontecimentos e situa Stalin nos cenários em que actuou.


Quase todas as revoluções devoram os seus filhos. A que se impôs em Outubro de 1917 não foi excepção à regra. Mas quando ela triunfou eram inimagináveis as crises e conflitos que desembocaram na execução da maioria das personagens mais brilhantes da grande geração de bolcheviques que se propunha a construir o socialismo na Rússia atrasada e famélica.O tempo era de esperança.


Ao encerrar o I Congresso da Internacional Comunista, Lenine, sintetizou a sua confiança no futuro numa frase: “A vitória da revolução comunista em todo o mundo está assegurada. Aproxima-se a fundação da Republica soviética internacional”.A previsão foi rapidamente desmentida pela História.O dissipar das ilusões e a sua superação quase coincidiram com a doença e a morte de Lenine.


Após a derrota da revolução alemã, o autor de “O Estado e a Revolução” teve a percepção de que o capitalismo iria sobreviver por muito tempo e que era necessário defender a todo o custo a jovem revolução russa. Trotsky não acreditava na viabilidade do “socialismo num só pais” e, desaparecido Lenine, acusou de cobardia e oportunismo quantos tinham renunciado à ideia da revolução mundial.


Losurdo lembra que Stalin foi o primeiro dirigente soviético a afirmar que por um longo período histórico a humanidade continuaria dividida não somente em diferentes sistemas sociais, mas também em diferentes identidades linguísticas, culturais e nacionais.


Enquanto Trotsky dirigia ainda apelos à insurreição ao proletariado da Finlândia, da Polónia, das repúblicas bálticas, e das grandes potencias capitalistas, Stalin criticava as teses sobre a exportação da revolução. Na sua opinião, a correlação de forças na Europa justificava a defesa do princípio da coexistência pacífica entre países com diferentes sistemas sociais.


Numa época em que muitos comunistas continuavam a sonhar com “o ascetismo universal”, Stalin lembrava que o marxismo é inimigo do igualitarismo e insistia num ponto central: “seria estúpido pensar que o socialismo pode ser construído com base na miséria e em privações, com base na redução das necessidades pessoais e na queda do padrão de vida dos homens ao nível dos pobres.”


Nos capítulos em que estuda as divergências de fundo que opuseram Trotsky e Stalin, Domenico Losurdo abstém-se mais uma vez de críticas e elogios. Situa o choque no grande painel da URSS post Lenine, e resume as posições de ambos, recorrendo a múltiplas citações. São particularmente interessantes as páginas em que são confrontadas as posições de Trotsky e Stalin sobre os temas da organização jurídica da sociedade, da família, da propriedade e sobretudo do Estado.


A questão central da extinção do Estado, prevista por Marx, e exaustivamente analisada por Lenine, antes e depois da tomada do poder, merece-lhe uma atenção especial.Às críticas de Trotsky – então no exílio – à Constituição Soviética de 36, Stalin responde que as lições de Marx e Engels não devem ser transformadas em dogma e numa nova escolástica.


O Estado Soviético, ao invés de caminhar para a extinção, fortalece-se cada vez mais. Segundo ele, o papel fundamental do Estado na URSS “consiste num trabalho pacífico de organização económica e no trabalho cultural e educativo”. A antiga função repressiva fora “substituída pela função de salvaguarda da propriedade socialista da acção dos ladrões e dos esbanjadores do património do povo”.Losurdo sublinha que, na prática, o Estado soviético se desviou dessa função e lembra que em 1938 “imperava o terror e se ampliava monstruosamente o Gulag”.


Mas a permanência do Estado repressivo não responde à pergunta: até que ponto é valida a tese de Marx sobre o definhamento e a extinção do Estado? Deve ou não manter-se o Estado numa sociedade comunista?Losurdo recorda que na posição assumida por Stalin são identificáveis muitas contradições, mas sublinha que, ao contrariar uma tese clássica de Marx, o secretário-geral do PCUS actuava num terreno minado o que o expunha à acusação de «traidor» lançada por Trotsky.A partir do início dos anos 30, Stalin, na sua luta contra a oposição, acusa os seus membros, globalmente, de “agentes do inimigo”. Exagerava.


Mas Trotsky, principalmente, oferecia-lhe argumentos que contribuíam para a credibilidade das acusações que lhe eram dirigidas. Quando rádios da Prússia Oriental começaram a transmitir para a URSS textos trotskistas, Stalin tirou benefícios dessa iniciativa. E quando Trotsky, nas vésperas da II Guerra Mundial, em 22 de Abril de 1939, deu o seu apoio aos que pretendiam “libertar a Ucrânia soviética do jugo staliniano”, intensificou-se a perseguição a quadros suspeitos de ideias trotskistas.


A OUTRA “GUERRA CIVIL”


Ao contrário do que se afirma na História oficial da Revolução Russa editada pelo PCUS, o grupo dirigente que assumiu o poder em Outubro de 17 estava já dividido no tocante a problemas fundamentais da política interna e internacional. Os debates sobre os sindicatos, o papel do campesinato, a economia, as relações com as potências capitalistas, a questão das nacionalidades foram sempre polémicos no Politburo e no Comité Central. Somente o carisma e o imenso prestígio de Lenine retardaram os conflitos sobre a orientação do Partido que se produziram após a sua morte.


Losurdo conclui que o Relatório Secreto de Khruchov ao XX Congresso apresenta desse período histórico uma visão distorcida e fantasista.A tese de Khruchov, segundo a qual cabe a Stalin a responsabilidade pelo assassínio em 1934 de Serguei Kirov, porque o jovem dirigente estaria implicado numa vasta conspiração contra ele, é rebatida por Losurdo com o apoio de documentação recentemente divulgada.


Na realidade Kirov tinha uma grande admiração por Stalin que depositava nele uma confiança total.As conspirações para afastar Stalin do Poder foram muito reais, mas as versões delas apresentadas no Ocidente por sovietólogos anticomunistas contribuem na opinião do filósofo marxista italiano para falsificar a história. E atingiram esse objectivo. Domenico Losurdo está consciente de pisar um terreno perigoso na sua tentativa de iluminar um Stalin diferente do ditador cruel, megalómano e vingativo cujo perfil aparece esboçado no Relatório Secreto ao XX Congresso.


Essa imagem, com o aval de Khruchov, foi exportada para todo o mundo e acabou por ser aceite no Ocidente como verdadeira até por muitos dirigentes de Partidos Comunistas.Os capítulos do livro de Losurdo que suscitaram mais polémica em Itália e noutros países são por isso mesmo os dedicados às lutas no Partido que precederam os Processos de Moscovo. De alguma maneira, a carta de Lenine ao Congresso do PCUS – lida por Krupskaia mas somente publicada anos depois – estimulou em dirigentes do Partido a tendência para lutar contra Stalin.


Trotsky começou a conspirar com Kamenev e Zinoviev logo após a morte de Lenine.Losurdo define o conflito ideológico da época como uma “guerra civil” que foi permanente no Partido até aos últimos processos do ano 38. Na primeira fase da luta pelo poder, Stalin conseguiu isolar Trotsky dos velhos bolcheviques, desencadeando contra ele uma campanha em que foi recordado o seu passado menchevique e as polémicas mantidas com Lenine.


O escritor italiano Curzio Malaparte, num livro que foi best seller - Técnica do Golpe de Estado - publicado em França em 1931, foi um dos primeiros intelectuais europeus a escrever no ocidente sobre os acontecimentos mal conhecidos que, no ano 27, precederam a prisão de Trotsky, a sua expulsão do Partido e o confinamento em Alma Ata, no Casaquistão.Uma documentação importante confirma que Kamenev e Zinoviev, que se opunham à política de Stalin mas sem o enfrentarem no Politburo, participaram pessoalmente dessa primeira conspiração.


O objectivo era o afastamento de Stalin, mas o projecto fracassou e o secretário-geral recuperou mais uma vez Kamenev e Zinoviev, isolando Trotsky.Bukharin, sempre imprevisível, fora até então – segundo Losurdo – como director do Izvestia, um aliado firme de Stalin, mas, a partir da extinção da NEP e do inicio da colectivização das terras, empreendida em ritmo acelerado e com recurso a métodos cruéis, chegou à conclusão de que a estratégia adoptada pelo PCUS conduziria o país a um desastre.


O dirigente que em Brest Litovsk tinha liderado no Partido a ala esquerdista deslocou-se para a direita numa brusca guinada, convicto de que a revolução somente poderia sobreviver se mudasse de rumo, adoptando uma orientação democratico-burguesa, o que significaria uma regressão histórica.Rogowin, um historiador trotskista citado por Losurdo, afirma que Stalin tomou então a iniciativa de desencadear “uma guerra civil preventiva” contra aqueles que pretendiam derrubá-lo.


Nesse período de conspirações labirínticas, o envolvimento de destacados dirigentes em manobras de bastidores foi permanente, delas participando alguns membros da velha guarda bolchevique.A abertura dos arquivos soviéticos veio esclarecer que alguns mudaram com frequência de campo.Rogowin, polemizando muito mais tarde com Solzhenytsin, afirma que, longe de ser a expressão de “um acesso de violência irracional e insensata”, o sanguinário terror desencadeado por Stalin foi na realidade a única maneira pela qual ele conseguiu quebrar a resistência daquilo a que chama “as verdadeiras forças comunistas”.


Nos processos de Moscovo os ex-dirigentes bolcheviques aparecem todos como traidores. Mas a palavra é brutal e a generalização deforma a história. Antonov Ovsenko, Preobrajensky, Karl Radek, Rakovsky, Bukharin, Kamenev, Zinoviev, entre outros, dedicaram as suas vidas a um projecto radical de transformação da sociedade cuja meta era o socialismo, rumo ao comunismo.


Domenico Losurdo, escorado por fontes credíveis, procura compreendê-los descendo às raízes de comportamentos contraditórios que expressavam simultaneamente as dúvidas, as opções ideológicas e a fidelidade ao ideal comunista desses revolucionários.Nas páginas dedicadas ao vespeiro de lutas internas dos anos 20 e 30, a chamada conspiração dos militares merece atenção especial. Losurdo não deixa para o leitor as conclusões; neste caso não se limita a colocar os dados sobre a mesa.


Na torrencial bibliografia ocidental sobre o assunto, o marechal Tukachevsky, herói da guerra civil, é sempre apresentado como vítima inocente do terror stalinista, arquétipo do revolucionário puro, triturado por uma engrenagem perversa.Losurdo afirma que já em 1920,durante a guerra na Polónia, Tukachevsky tinha deixado transparecer uma ambição militarista preocupante ao impor a marcha sobre Varsóvia que teve um desfecho desastroso.


Mas Stalin confiava nele e promoveu-o a marechal após as vitórias alcançadas em 36 contra o Japão na Mongólia.Transcorridos 70 anos, continua a ser polémica a questão dos contactos secretos que Tukachevsky teria mantido com potências estrangeiras. Mas historiadores que lhe atribuem a aspiração de se transformar no “Bonaparte da Revolução Bolchevique” acumularam provas que o comprometem.


O checoslovaco Benés, em 1937, informou os franceses desses contactos e Churchill, após a II Guerra Mundial, admitiu que a grande depuração no corpo de oficiais da URSS atingiu elementos filo alemães e, citando o nome de Tukachevsky, afirmou que Stalin tinha uma divida de gratidão para com o presidente Bénes. O embaixador dos EUA em Moscovo, Joseph Davies, alude também a uma “conspiração dos militares”.


O próprio Trotsky, não obstante o seu ódio a Stalin, afirma evasivamente, num comentário à execução de Tukachevsky e outros oficiais, que “tudo depende daquilo que se entenda por conspiração”.Na sua reflexão sobre a prolongada luta travada na direcção do PCUS após a morte de Lenine, Losurdo emprega repetidamente a expressão “as três guerras civis” para caracterizar a amplitude que assumiram. A última findou com a execução de Bukharin.


O filósofo italiano lembra no seu livro que Bukharin, após a extinção da NEP, decisão a que se opôs, começou, em reuniões privadas, a chamar a Stalin “o representante do neotrotskismo” e “intrigante sem princípios”. Foi o começo da viragem que, paradoxalmente, mais uma vez o aproximou de Trotsky que lhe inspirava temor e admiração.


AS ORIGENS DO STALINISMO


A deformação da história real da Rússia começou no Ocidente logo após o derrubamento da autocracia czarista. A tese segundo a qual a Revolução de Fevereiro teria sido uma revolução quase sem violência e a de Outubro uma sangrenta tragédia é um mito forjado nos países capitalistas. Na realidade morreu muito mais gente na primeira do que nas jornadas que precederam o assalto ao Palácio de Inverno e nos dias posteriores.Losurdo, no capítulo em que estuda as “origens do stalinismo”, recorda que Stalin, contrariamente a Trotsky, defendia a compatibilidade de um “nacionalismo sadio”, do “sentimento nacional e da ideia de pátria” com a fidelidade ao internacionalismo proletário.


Quando o Reich nazi invadiu a URSS afirmou insistentemente que o caminho para o universal passava através da luta dos povos que não aceitavam a condição de escravos ao serviço do povo de senhores imaginado por Hitler.Stalin é acusado de defender um conceito de estado e uma politica de nacionalidades cuja aplicação reflectiu contradições antagónicas.


Mas vivia-se uma época em que contradições simultaneamente transparentes e incompatíveis eram comuns na formulação da teoria revolucionária. Rosa Luxemburgo criticou duramente o partido bolchevique por ter liquidado a democracia tal como a concebia, mas simultaneamente exortava-o a reprimir com punho de ferro qualquer tendência separatista de “povos sem história”, incluindo o da sua Polónia natal.


Stalin, pelo contrario, defendia a necessidade de um respeito enorme pelas mais de cinquenta nacionalidades da Rússia e considerava que a preservação das suas línguas e culturas lhe aparecia como indissociável do progresso da Rússia revolucionária.Essas ideias, condensadas num livro elogiado por Lenine, não encontraram porém tradução na praxis, sobretudo a partir dos anos em que exerceu como secretário-geral do PCUS um poder pessoal quase absoluto.


Mas, paradoxalmente, nos últimos anos da vida, Stalin reassume a defesa das nacionalidades ao combater como utópica a ideia de “uma língua única para a humanidade» «quando o socialismo triunfar a nível mundial”. Sublinhando que a língua não é uma super estrutura, afirma que os idiomas não foram criados por uma classe social, mas “por todas as classes da sociedade graças aos esforços de centenas de gerações”.No seu denso ensaio, cuja riqueza conceptual e documental é incompatível com sínteses breves, Losurdo fixa as origens daquilo a que se chamou o stalinismo, numa época marcada por tensões, conspirações e fome, do inicio da colectivização das terras.


Citando a Fenomenologi do Espírito, de Hegel, e o que o filósofo alemão pensava da «liberdade absoluta» e do «terror», sustenta que «o “stalinismo” não é o resultado “ nem da sede de poder de um individuo, nem de uma ideologia, mas do estado de excepção permanente que se implanta na Rússia a partir de 1914”.A maioria dos historiadores ocidentais sérios, lembra, coincidem em que no início dos anos 30, Stalin não era ainda um autocrata. Segundo Werth não existia nesse tempo o culto da personalidade e persistia a tradição da ditadura do proletariado.


Em 1925, em plena NEP, Stalin expressava opiniões como esta: “hoje não é mais possível dirigir com métodos militares”; “agora não se exerce a máxima pressão, mas a máxima flexibilidade, seja na política seja na organização”... Então considerava um erro “identificar o Partido com o Estado” e repetia que “o socialismo é a passagem (da fase) em que existe a ditadura do proletariado à sociedade sem estado”.Foi a decisão de industrializar o país rapidamente que provocou a viragem estratégica que desencadeou a repressão sobre os camponeses.


Cercada por potências hostis, sem acesso ao capital internacional, a URSS para financiar a industrialização, recorreu aos excedentes gerados por uma agricultura atrasada. O projecto da colectivização da terra, pela maneira violenta como foi concretizado, produziu rasgões não apenas no tecido social como na direcção do Partido. Atingiu o objectivo, mas o preço político e social foi altíssimo.


Mas terá sido somente a partir de 37,com o Grande Terror – expressão utilizada por Losurdo – que a ditadura do proletariado cedeu o lugar à autocracia.Nas Obras Completas de Stalin são, porém numerosas as páginas em que ele repete que a ditadura do proletariado teria assumido um carácter muito diferente se a Guerra Mundial, anunciada com antecedência, não o tivesse encaminhado para uma politica de concentração do poder.


Seria sincero ao escrever que a concebeu como transitória? Nunca o saberemos.O que está comprovado por uma abundante documentação é a convicção que Stalin tinha de que após a derrota do III Reich hitleriano se abriria à Aliança com os EUA e a Inglaterra um grande futuro. Acreditou numa era de boas relações com o Ocidente capitalista.Não previa então para a Europa Oriental o tipo de regimes que ali instalou com mão de ferro.


Entendia que a Polónia não deveria optar pela via da ditadura do proletariado. “Não é obrigada a isso, não é necessário”. E, falando com dirigentes comunistas búlgaros, surpreendeu-os ao afirmar: “é possível realizar o socialismo de um modo novo, sem a ditadura do proletariado”. E, quando mantinha ainda uma relação cordial com Tito, disse-lhe: “Nos nossos dias o socialismo é possível inclusive sob a monarquia inglesa”.


O americano Robert Conquest, o historiador de ultra direita a que Losurdo atribui essas palavras, sublinha que elas demonstram que “Stalin estava repensando activamente a validez universal do modelo soviético de revolução e socialismo”.O que não suscita duvidas é que a Guerra Fria fez ruir eventuais planos sobre uma mudança de estratégia e pôs termo à meditação ideológica sobre os modelos de socialismo. O degelo tornou-se uma impossibilida


SOBRE A POPULARIDADE DE STALINE OS GULAG


Losurdo dedica muitas páginas ao tema da popularidade de Stalin.Baseado em fontes de múltiplas tendências, chama a atenção para uma realidade desconhecida no Ocidente. Mesmo durante o biénio do Grande Terror, 37-38, a base social de apoio à política de Stalin amplia-se. Verifica-se, escreve Losurdo, “uma interacção paradoxal e trágica”.


Em consequência, por um lado, do forte desenvolvimento económico e cultural e por outro do medo suscitado pela repressão, “dezenas de milhares de stakanovistas tornaram-se directores de fábricas e uma análoga e rapidíssima mobilidade social ocorreu nas forças armadas”. Nas vésperas da guerra, o chefe dos tradutores do Ministério dos Negócios Estrangeiros do Reich, de visita a Moscovo, ao passar pela Praça Vermelha resumiu nestas palavras a atmosfera de tranquilidade existente na capital: “Quem esteve em Moscovo e não viu Lenine, disse-me um membro da Embaixada, não vale nada para a população rural russa».


Nas campanhas anti comunistas, os textos sobre os Gulag siberianos criados por Stalin e os relatos sobre o sofrimento dos deportados funcionam como artilharia pesada. Muitos livros têm sido dedicados ao tema, desde o romance que valeu o Nobel a Solzhenytsin.Losurdo aborda a questão de frente, situando-se numa perspectiva pouco habitual.Estudou a fundo a documentação soviética existente nos arquivos.


Como ser humano e revolucionário inspiram-lhe sentimentos de repulsa e indignação os campos de trabalhos forçados, em qualquer país e quaisquer que sejam os seus objectivos. Essa posição não o impede de denunciar a falsificação das estatísticas ocidentais que inflacionam desmesuradamente a população dos Gulag, multiplicando o número de pessoas que passaram por eles e os que ali morreram. Simultaneamente rejeita os paralelos estabelecidos entre os campos de extermínio nazi e os campos de trabalho soviéticos.


O universo concentracionário siberiano era um mundo de contradições. Na URSS- salienta Losurdo - a lei punia com rigor as violações rotineiras dos regulamentos .O próprio Vichinsky, quando Procurador-Geral da União, denunciou publicamente as condições intoleráveis de alguns Gulag onde os homens eram tratados como “animais selvagens”.


Losurdo recorda que nos campos soviéticos havia bibliotecas para os deportados, e a direcção promovia espectáculos, concertos e conferencias e que os prisioneiros em muitos Gulag estavam autorizados a publicar jornais murais.A partir do início da agressão alemã, as condições de vida suavizaram-se em quase todos os campos de trabalho soviéticos.


Milhares de prisioneiros foram beneficiados por uma série de amnistias e reintegrados na sociedade ou nas forças armadas.Losurdo, numa critica frontal à hipocrisia dos intelectuais anticomunistas que reescrevem a história, falsificando-a, procede a um breve inventario dos horrores de campos de concentração criados por potencias ocidentais cujos dirigentes se apresentam como campeões dos direitos humanos, horrores ocultados por um manto de silencio


A Austrália, por exemplo, ao longo de quase todo o século XIX, foi a Sibéria oficial da Inglaterra imperial. Os textos que reproduz esboçam dos campos de concentração australianos um panorama só comparável ao dos criados pelas SS de Himler. Os aborígenes, alias, ainda eram caçados no país no início do século passado como animais.


E que pensar dos campos de internamento instalados por Roosevelt para cidadãos de origem japonesa – incluindo crianças – cujo único crime era a origem étnica?


Durante a guerra, muitos prisioneiros alemães foram submetidos nos EUA a torturas medievais, como a destruição dos testículos.É do domínio público que na primeira metade do século XX os linchamentos de negros eram ainda rotineiros em Estados do Sul do país.


Ho Chi Min descreve esses espectáculos macabros, tolerados pelas autoridades. Assistiu, angustiado, a um deles.


Nas histórias da Inglaterra não há praticamente referências aos campos de trabalho militarizados instalados na Índia durante o Império.


Mas eles existiram e foram cenário de crimes repugnantes.O apagamento da memória histórica dos horrores dos campos de concentração criados pela França na Argélia é igualmente uma realidade na pátria de Victor Hugo.


Na Alemanha ignora-se o genocídio planeado dos Herreros e dos Hotentotes na Namíbia quando aquele país era uma colónia do Império dos Hohenzollern. Foram chacinados como animais em campos especiais pelo exército colonial do Kaiser Guilherme II.


Do genocídio dos indígenas também pouco se fala no Canadá; mas esse silêncio não apaga o facto de que o objectivo dos campos da morte do país foi o extermínio deliberado de tribos inteiras de índios num autêntico holocausto.


A evocação desses crimes esquecidos pelos defensores ocidentais dos direitos humanos ocupa muitas páginas no livro de Losurdo.Poderia ter acrescentado uma referência ao campo do Tarrafal em Cabo Verde e aos campos de concentração, como o de São Nicolau, que Salazar instalou em Angola.


STALIN E OS JUDEUS


A satanização de Stalin no Ocidente não é somente uma constante nas campanhas anticomunistas. Historiadores europeus e estadunidenses de prestígio identificados com a ideologia neoliberal cultivaram nas últimas décadas uma perversa modalidade de irracionalismo no esforço para diabolizar Stalin.A receita é primária: Stalin e Hitler seriam “ monstros gémeos”.


Losurdo na desmontagem do paralelo e das imaginárias afinidades entre o dirigente soviético e o führer nazi analisa textos de autores como a destacada escritora sionista estadunidense Ana Arendt para ridicularizar a argumentação inspirada por um anticomunismo cavernícola.


Arendt, entre outras inverdades, apresenta Stalin como um anti-semita fanático. Atribui-lhe uma “política canibalesca”contra os judeus, baseada num ódio racial feroz.O historiador Robert Conquest, porta-voz da extrema direita norte-americana, comentando a repressão na Ucrânia durante a colectivização afirma que Stalin transformou aquela Republica soviética num “imenso Bergen Belsen” (um campo de extermínio alemão).


Losurdo lembra que Conquest, num dos seus livros, editado no âmbito de uma operação politico cultural anticomunista, responsabiliza a URSS por “infâmias iguais em tudo às cometidas pelo Terceiro Reich”.


Cabe recordar que sucessivos presidentes dos EUA manifestaram grande apreço por Conquest como historiador e perfilharam a tese do Golodomor (o chamado holocausto ucraniano), transformando-a numa poderosa arma na Guerra-Fria.


Reagan utilizou-a como instrumento ideológico no período que precedeu o desmembramento da URSS.Losurdo, ao refutar as acusações de anti-semitismo feitas a Stalin, recorda que após o final da guerra, antes da partilha da Palestina, o dirigente soviético adoptou “uma politica fundamentalmente filo hebraica”.


A URSS foi aliás o primeiro país a reconhecer o Estado de Israel. Numa mensagem dirigida de Paris a Ben Gurion, o seu ministro dos Estrangeiros, salienta que os delegados soviéticos actuaram como “advogados de Israel” na Conferencia da ONU sobre a questão palestiniana.


Os arquivos do Foreign Office e do Departamento de Estado acumulam aliás documentação que confirma uma realidade hoje incomoda por muitos motivos: “a União Soviética contribuiu de maneira essencial – como escreve Losurdo – para a criação e fortalecimento do Estado hebraico.”Losurdo, recorrendo a citações de autores insuspeitos, lembra que Stalin fustigava o anti-semitismo com expressões como “chauvinismo racial” e “canibalismo”.


Muitos dos bolcheviques mais destacados da velha guarda eram judeus, Zhdanov, um dirigente no qual Stalin depositou uma confiança irrestrita também era judeu. E durante décadas milhares de elementos de origem hebraica ocuparam funções da maior responsabilidade no Estado Soviético.Hitler nas suas catilinárias anti-semitas atribuía aos judeus um papel decisivo na preparação da Revolução de Outubro.


Utilizando uma linguagem desbragada, aludia a uma “horda terrorista hebraica” de “asiáticos circuncisados” e afirmava que sangue judeu corria nas veias de Lenine. E dizia que Stalin era um judeu, não pelo sangue mas pelo espírito.A politica pró Israel de Stalin somente deu uma guinada de 180 graus, assumindo uma orientação anti-sionista, quando os diplomatas de Tel Aviv, após a visita de Golda Meier a Moscovo, iniciaram contactos secretos com a comunidade hebraica da URSS com o objectivo de estimular a emigração para Israel dos judeus soviéticos.


“Cada hebreu – teria dito então Stalin, segundo Roy Medvedev – é um nacionalista, é um agente da espionagem americana”.Losurdo aborda com cautela o tema da alegada “conspiração” dos médicos judeus de Stalin à qual escritores e jornalistas ocidentais dedicaram milhares de páginas. Transcorrido mais de meio século, o fuzilamento de alguns desses médicos continua a suscitar polémicas apaixonadas dentro e fora da Rússia.


O filósofo italiano, comentando versões contraditórias, evita uma conclusão, sublinhando que não foram somente dirigentes soviéticos a emprestar credibilidade à teoria do complot. O diplomata britânico Sir Joe Gascoigne admitiu na época que os médicos do Kremlin eram “culpados de traição”.


COMUNISMO ANTITESE DO FASCISMO


A intensidade, as proporções e a sofisticação da campanha anticomunista na qual um dos objectivos era a destruição da imagem positiva projectada no mundo pela União Soviética produziram no Ocidente efeitos prolongados e complexos que se manifestam ainda, transcorridas quase duas décadas desde a reimplantação do capitalismo na pátria de Lenine.A ofensiva prosseguiu.


Os teóricos do capitalismo, criadores de slogans como “O império do mal” e outros similares, compreenderam que o esforço para desacreditar a URSS era insuficiente se não concentrassem as suas criticas na ideologia do sistema. Marx, Engels e Lenine tornaram-se então alvos preferências dos intelectuais e de políticos empenhados em apresentar o socialismo como um projecto fracassado não apenas utópico, mas monstruoso.


Qualquer cientista político minimamente estudioso sabe que não existiu até hoje um único regime comunista. Mas simulando ignorar a evidencia- o comunismo é uma fase superior do socialismo – os ideólogos da burguesia insistem em chamar comunistas aos países que desenvolveram experiências socialistas, entre os quais a URSS.


A maioria dos Partidos Comunistas – o Português, o da Grécia e o Akel cipriota são na Europa excepções ao revisionismo – não soube reagir positivamente a essa ofensiva ideológica. Muitos dirigentes, por ela contaminados, não somente participaram das campanhas de satanização da URSS como renegaram os valores da Revolução de Outubro, levando a capitulação ao extremo de aderir a calúnias anticomunistas.


Registo que não faltam militantes de partidos revolucionários que, por temor, não ousam hoje assumir-se publicamente como marxistas e comunistas.Foi no âmbito dessa ofensiva ideológica que académicos de grandes universidades europeias e norte-americanas forjaram a tese segundo a qual fascismo e comunismo seriam, afinal, variantes de uma mesma concepção monstruosa da política.


Entre os muitos livros publicado sobre o tema, alguns, como Origens do Totalitarismo, de Ana Arendt, foram best-seller mundiais que disseminaram a mentira e a calúnia com verniz de verdade.Domenico Losurdo nos capítulos dedicados á psicopatologia e à moral das leituras ocidentais da era de Stalin e à aberração das comparações entre este e Hitler desce às origens e motivações da estratégia anticomunista.Relembra que esse trabalho tem raízes antigas.


O Presidente Wilson, por exemplo, era um fanático anticomunista. Na sua opinião, a Revolução de Outubro foi fundamentalmente um Complot alemão e Lenine e outros dirigentes bolcheviques teriam estado durante anos ao serviço da Alemanha imperial. Losurdo, que emprega a expressão Grande Terror com maiúsculas para designar o biénio 37-38 dos Processos de Moscovo, esboça com frontalidade o quadro sombrio da repressão na URSS em diferentes fases da era de Stalin.


Alerta, porém, para a hipocrisia de eminentes historiadores ocidentais que branqueiam ou omitem crimes contra a humanidade praticados pelos governos e forças armadas de países capitalistas enquanto se esforçam para mobilizar as consciências contra os cometidos pelos “monstros comunistas”.


Recorda – apenas um exemplo que o fuzilamento de oficiais polacos pelos soviéticos em Katyn foi um crime indesculpável. Sublinha, porem, que esse massacre abjecto tem sido utilizado exaustivamente pela propaganda ocidental no cinema, na televisão, na imprensa, em livros – como prova do carácter bárbaro, desumano do regime soviético.


Num brevíssimo inventário de alguns crimes ocidentais que não figuram ou são suavizados nos manuais de História, Losurdo cita entre outros:


- A morte por fome e maus-tratos de dois dos três milhões de prisioneiros soviéticos capturados pelos Alemães na Frente Leste.


- A chacina pelos britânicos de milhares de mulheres e crianças no campo de concentração de Kamiti, no Quénia, após a rebelião dos Mau Mau.


-O bombardeamento genocida de Dresden pelos ingleses quando a guerra estava no final e o apoio de Churchill, Roosevelt e Truman aos bombardeamentos terroristas de cidades alemãs sem objectivos militares com o objectivo de aterrorizar as populações.


- A execução na Sicília por ordem do general Patton de soldados italianos que se tinham rendido ao exercito americano.


- O genocídio nas Filipinas no começo do século XX durante a revolta contra a ocupação norte-americana.


- O extermínio total da população aborígene da Tasmânia.


- A recusa de fazer prisioneiros muçulmanos durante a campanha do Sudão no final do século XIX na qual Churchill participou como oficial de cavalaria.


- A execução em Taejon em Julho de 1950 de 1700 coreanos que antes do fuzilamento foram obrigados a escavar a fossa onde foram sepultados.


- O extermínio pelo exercito dos EUA do total dos moradores de dezenas de aldeias no Vietname e no Laos.


- A ordem de Nixon no inicio dos anos 70 para que fossem lançadas nas áreas rurais do Camboja mais bombas de quantas haviam explodido nas cidades japonesas durante toda a segunda guerra mundial.


- E o mais trágico e abjecto dos crimes contra a humanidade: o lançamento da bomba atómica sobre Hiroshima e Nagasaki em Agosto de 1945.


O ÓDIO NÃO FAZ HISTÓRIA


Para os ingleses é muito constrangedor hoje reconhecer que os seus líderes derramaram elogios sobre Mussolini e Hitler antes da Guerra Mundial.Churchill declarou em 1933 que via “o génio romano personalizado em Mussolini, o maior legislador vivo, que mostrou a muitas nações como se pode resistir a chegar ao socialismo”…


Quatro anos depois, em 1937, escreveu que Hitler era um político “extremamente competente”, com um “sorriso que desarmava”e um “subtil magnetismo pessoal”.Lloyd George, o ex Primeiro-ministro liberal, foi ainda mais apologético ao definir o führer como “um grande homem”.


Paradoxalmente, os mesmos dirigentes das grandes potências ocidentais cujos anátemas contra a URSS e Stalin continuam a ser peças de fundo nas campanhas anticomunistas reconheceram publicamente a decisiva importância da contribuição soviética para a derrota do Reich nazi e manifestaram grande apreço pela pessoa do secretário-geral do PCUS.


Roosevelt, já muito doente, não escondeu a impressão positiva que na Conferencia de Teerão lhe causara a personalidade de Stalin, definindo-o como um estadista de grande talento e cultura.Na correspondência de Churchill hoje publicada são numerosas as referencias altamente elogiosas a Stalin.


Identificou nele um dos mais dotados estadistas do século XX.Isso não o impediu de dar o dito por não dito e de se orgulhar de ser o pai da Guerra Fria ao esboçar no famoso discurso de Fulton os perigos daquilo a que chamou a “Cortina de Ferro”.

Obviamente o Relatório Secreto de Khruchov trouxe um poderoso estímulo à campanha de demonização de Stalin.A abertura dos Arquivos soviéticos e as memórias de marechais que desempenharam um grande papel na derrota militar do III Reich constituem o mais eficaz dos desmentidos a afirmações caricaturais desse Relatório que apresenta de Stalin a imagem de um dirigente que caíra em depressão com a invasão alemã e sem influência directa na condução da guerra patriótica.

A tese provocatória dos monstros gémeos”, difundida por Ana Arendt e outros escritores anticomunistas, não passa de uma grotesca operação de marketing político. Mas continua a ser tempero utilizado nas campanhas de satanização de Stalin.Losurdo chama a atenção para o protagonismo que Arendt mais uma vez assumiu nessa ofensiva, na tentativa de forçar um paralelo entre a Alemanha nazi e a URSS Staliniana.

A escritora sionista pretende iluminar “ a origem do totalitarismo”, mas na realidade o seu ensaio agride a História, configurando aquilo a que Lukacs chama o assalto à razão.A obsessão dos ideólogos do neoliberalismo em lançar pontes entre Hitler e Stalin é tão irracional que assume facetas de paranóia.Losurdo pulveriza a tese e lembra com fundamento que pelo pensamento e pela sua intervenção na Historia foram precisamente duas personalidades antagónicas.
Enquanto Hitler fez do racismo um cimento do Estado nazi, Stalin condenou-o como forma de canibalismo social e ameaça à paz. Stalin investiu sempre contra o mito da superioridade dos arianos puros, sobretudo os alemães, sobre os demais povos.

Sob a sua direcção, a União Soviética assumiu um papel decisivo na descolonização e foi graças à solidariedade do Partido sob a sua direcção, apoio ideológico e ajuda material que as lutas de libertação nacional se desenvolveram vitoriosamente na Africa, na Ásia e na América Latina.

Até Friedrich Hayek, o economista austríaco que é considerado o pai do neoliberalismo ortodoxo, reconhece que sem a Revolução russa o chamado estado social não teria sido possível na Europa.
Fuente: O Diario.info/ Edición de PrensaPopularSolidaria-ComunistasMiranda http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com Correo: pcvmirandasrp@gmail.com

LAS LUCHAS SOBRE LA LOE

Por::Luis Fuenmayor Toro

Independientemente de todo lo que se diga, de los gritos que se peguen, de las ofensas que se profieran, no hubo ninguna participación protagónica en la aprobación de la Ley Orgánica de Educación (LOE). Es mentira que el documento llevado a segunda discusión proviniera del aprobado en 2001 en primera discusión. Ambos textos son muy diferentes, incluso en extensión.

Por lo tanto, al documento llevado han debido dársele dos discusiones y ha debido levantarse sanción al documento aprobado en primera discusión, de manera de rechazarlo y poder pasar al nuevo documento. Lamentablemente, los diputados, mayoritariamente del Gobierno, decidieron saltarse el reglamento de debates pues eso parece ser muy revolucionario.

Hemos arribado a una etapa superior del proceso revolucionario en la que decimos una cosa y hacemos otra totalmente distinta, sin ningún tipo de vergüenza ni remordimiento. Exactamente lo mismo que viene haciendo la oposición desde hace muchísimo más tiempo, por lo que pareciera que en lugar de corregirlos aprendemos de ellos a una velocidad vertiginosa.

Dentro de poco va a ser imposible saber dónde está la verdad y quién tiene la razón, pues ambas estarán para los partidarios de uno u otro bando del lado que les es propio, es decir de su lado y ya está. La oposición satanizó la LOE y dijo cosas no sólo absurdas sino además estúpidas.

Que la patria potestad de los niños iba a pasar a manos del Estado, que no se iba a poder estudiar en las universidades lo que se quisiera, sino que el Gobierno le determinaría a cada quien la carrera que podría cursar.

Quienes de uno y otro lado atacan o defienden la ley no se la han leído, pero no hablo del pueblo llano sino de sus dirigentes especializados en el tema, lo que claramente significa que no se apoya o se ataca la ley porque se la haya analizado concienzudamente, sino por quien la promulgó.

Como la LOE es de Chávez, quienes están con el gobierno la apoyan y llaman a defenderla con sus marchas carentes de sustantividad en la materia y, si hace falta, con sus bandoleros especializados en golpear a la gente. No entienden ningún argumento ni razones y se molestan cuando uno hace la más mínima crítica: Saltó la talanquera, se quitó la careta, vendido al imperio, sin faltar algunos degenerados que ni siquiera están en el país y extienden los insultos a la familia sin más ni más.

La oposición utiliza los mismos procedimientos en sus definiciones. Para qué leerla, si viene de la Asamblea y es impulsada por Chávez tiene que ser una ley perversa, por lo que hay que enfrentarla con todos los hierros. Para ello, se crean las consignas de lucha: “Con mis niños no se metan”, “queremos educar a nuestros hijos”, “no a la cubanización”, “libertad de cátedra”, “ la LOE secuestra la autonomía” y algunas otras.

Las marchas, llenas de estudiantes universitarios opositores, terminan conflictivamente a lo cual ayuda una efectiva provocación gubernamental, que se inicia no permitiendo que la marcha llegue hasta la Asamblea Nacional , organizando una marcha a favor de la ley para el mismo día y a la misma hora y permitiéndole a esta última que llegue donde quiera llegar.

En lo que la marcha opositora llega al sitio previsto, se encuentra con unos obstáculos metálicos que le señalan que no puede continuar y luego una cantidad de policías y guardias nacionales, que si los desplegaran por los barrios en acciones anti-delictivas posiblemente ayudarían en algo. El “gas del bueno” y “la ballena” terminan la escena..

He visto actuando a un personaje que para mí es nuevo en las marchas y manifestaciones y que creo es invención de La Hojilla. Si no es así, presento mis disculpas. Se trata de un sujeto que aparenta ser periodista o realmente lo es y, junto con un camarógrafo, se mete dentro de las marchas de la oposición y comienza a “entrevistar” a sus dirigentes:

“¿Por qué están marchando? ¿Pero se leyó la LOE ? ¿Y por qué inventaron que les quita la patria potestad de sus hijos? ¿Van a tirar piedras? ¿En ese saco llevas piedras? ¿Van a ir hasta la Asamblea ? ¿Se van a enfrentar con la policía?

Toda esta provocación es respondida por los opositores con diferentes grados de rechazo, protestas e insultos, pero conteniéndose para no agredir físicamente al provocador de oficio.

Me pregunto: ¿Cuánto duraría en la marcha del Gobierno un provocador como éste? Si unos periodistas, que sólo repartían propaganda, fueron agredidos fieramente por bandas gubernamentales, puedo imaginar que ocurriría con un personaje como el descrito.

Fuente: PrensaPopularSolidaria_ComunistasMiranda

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